¿ Por qué se arma el arbolito de Navidad el 8 de diciembre ?

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Es una tradición que suele reunir a toda la familia. Pero su explicación se encuentra enmarcada en varias versiones muy interesantes.

Como tradición el 8 de diciembre –Día de la Inmaculada Concepción– se arma el árbolito de Navidad que ocupa un lugar en los hogares hasta el 6 de enero, Día de Reyes. Una tradición que reúne a la familia en espera a la ansiada Navidad.

Armar el arbolito, ha traspasado la barrera del tiempo y se ha convertido en una práctica mundial. Pero, ¿por qué se arma el arbol navideño el 8 de diciembre?

Para las distintas culturas la explicación del por qué de la fecha varía.

Para los fieles católicos la fecha del 8 de diciembre es sinónimo de la Fiesta de la Inmaculada Concepción de María. La carga simbólica de esta celebración es que María —hija de Joaquín y Ana— “fue preservada del pecado original desde su concepción”, explicó Sturla.

Por otra parte, los celtas, para festejar el solsticio de invierno, adornaban un roble con antorchas y se reunían alrededor de éste con bailes y celebraciones para conmemorar el cambio de estación. Es por esto que tenían la costumbre de adornar un árbol al que denominaban  ‘Idrasil’ (Árbol del Universo) en ofrenda a su dios para asegurarse el regreso del sol durante el verano.

Más tarde, con la llegada del cristianismo, tal celebración se ajustó al nacimiento de Cristo. El árbol original estaba confeccionado con hoja perenne, lo que representaba para el cristianismo el amor de Dios y la vida eterna, mientras que su forma simbolizó la Santísima Trinidad. Funcionó como una representación del amor de Dios y la vida eterna.

Por su parte, los nórdicos solían adorar con un árbol todos los 8 de diciembre el nacimiento de Frey, dios del sol y la fertilidad.

Otra teoría sostiene que el ritual del árbol es muy antiguo y viene del Hemisferio Norte. Cada 21 de diciembre, en el solsticio de invierno, el sol se queda quieto por tres días y al tercero se mueve, resucita y vuelve al norte. Así surge el mito de Jesús, de la resurrección y de esa personificación como la luz del mundo.

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