SU INVENTO PARA DESINFECTAR AVIONES NO DESPEGÓ POR AÑOS, HASTA QUE LLEGÓ EL COVID-19

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Siete años antes de la pandemia de coronavirus, Arthur Kreitenberg, un cirujano ortopédico de Los Ángeles, configuró un invento en su sótano para desinfectar rápidamente la cabina de un avión con luz ultravioleta.


Incluso compró asientos de aeronaves en el cementerio de aerolíneas del desierto de Mojave, para probar su idea.

Pero esta no prendió rápidamente. Su esposa bromeaba diciendo que los inventos de Kreitenberg en el sótano eran “más baratos que tener una novia”. En las numerosas ferias y conferencias de aviación a las que el hombre asistió para presentarlo, pocas mostraron interés.

Pero el COVID-19 cambió todo.

Honeywell International, el conglomerado multinacional con ventas anuales por $37 mil millones, anunció este mes que se asociará con Kreitenberg para construir el invento de la luz UV y distribuirlo a las aerolíneas del mundo. La compañía planea construir más de 100 unidades para fines de julio, y la producción aumentará en los próximos meses.

El dispositivo, originalmente llamado GermFalcon, parece un carrito de bebidas de una aerolínea, equipado con dos brazos mecánicos que se extienden sobre los asientos del avión como un par de alas. Los brazos emiten luz ultravioleta cuando el carro es empujado por el pasillo.

El hijo de Kreitenberg, Elliot, quien renunció a su jaula de bateo en el sótano en favor del invento de su padre, se ha asoció con él para impulsar el GermFalcon.

El artilugio puede desinfectar una cabina en aproximadamente 10 minutos, a un costo cercano a los $10 por avión, según Honeywell, que comercializa el dispositivo como Honeywell UV Cabin System.

En realidad, no es un concepto novedoso. La base de datos de la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU muestra más de 30 patentes presentadas desde 1995 que proponen el uso de luz UV para desinfectar agua, aire, equipos quirúrgicos, pantallas de teléfonos celulares y catéteres, entre otras cosas.

Los expertos médicos señalan que la luz UV ya se usa para desinfectar las salas de operaciones de los hospitales, y dos de los hoteles más elegantes del sur de California, el Waldorf Astoria Beverly Hills y el Beverly Hilton, anunciaron recientemente sus planes para emplear luz UV para desinfectar sus habitaciones, en respuesta al brote de coronavirus.

Pero los expertos señalan que una vez que la cabina de un avión ha sido desinfectada, un pasajero infectado con COVID-19 puede sentarse allí y poner en peligro la salud de muchos de los pasajeros de igual manera.

El mayor riesgo de infectarse es mediante el contacto cercano con otra persona, expuso Peter Chin-Hong, profesor de medicina y especialista en enfermedades infecciosas en UC San Francisco. Usar la luz ultravioleta para desinfectar la cabina de un avión “podría ayudar”, señaló. “Pero no es lo fundamental”.

Philip Barruel, el gerente del programa de bioseguridad para la investigación de laboratorio en UC Davis, está de acuerdo. Según él, la luz ultravioleta podría quedarse corta en los pliegues y las esquinas de la cabina de un avión, y no matar el patógeno. “Hay muchas incógnitas sobre este virus”, dijo.

Kreitenberg reconoce que su invención reducirá las posibilidades de infectarse con gérmenes que quedan en la superficie de la cabina de una aerolínea, pero no hará que volar sea completamente seguro. Aún así, señala que la luz UV puede matar varios tipos de gérmenes, con el potencial de ayudar a detener la propagación de la gripe y otras enfermedades.

Ni Honeywell ni Kreitenberg revelaron los términos financieros de la sociedad ni el precio que cobrarán a las aerolíneas por comprar o arrendar el sistema de cabina UV.

Honeywell comenzó a principios de junio a reunirse con diferentes líneas aéreas para hacer demostraciones del sistema de cabina UV, aunque aún no ha recibido el compromiso seguro de ninguna firma. “La reacción inicial de las aerolíneas ha sido muy positiva”, comentó el portavoz de la empresa, Adam Kress. “Creemos que este producto tiene un gran potencial en las líneas aéreas de todo el mundo, pero estamos comenzando a hacer demostraciones en persona con las transportistas nacionales”.

Todo comenzó con un balón. Mientras asistía a los partidos de voleibol universitario de su hija Zoe, Kreitenberg notó que durante el brote de H1N1, en 2009, las jugadoras no se daban la mano para reducir las posibilidades de propagar el virus. Pero todas tocaban el mismo balón.

Inspirado por el uso de la luz ultravioleta para desinfectar las salas de operaciones, Kreitenberg inventó un dispositivo, llamado Germ Ninja, para desinfectar rápidamente balones con el paso de luz ultravioleta sobre ellos. La invención tuvo tanto éxito que se utilizó en los Juegos Olímpicos de verano de 2012, en Londres.

Poco después, Elliot Kreitenberg voló a casa desde la universidad, tratando de dormir con la cara apoyada en la bandeja plegable. Un compañero de vuelo le advirtió sobre los gérmenes que se acumulan en la bandeja, y le recordó que era una temporada de gripe. El muchacho le contó la historia a su padre y así nació la idea de usar luz ultravioleta para desinfectar aviones comerciales.

Siendo un estudiante de negocios en Skidmore College, Elliot quería dirigir su propia empresa. Después de un poco de investigación y aliento por parte de un profesor universitario, decidió hacer negocios con su padre para vender el GermFalcon. Elliot se convirtió en presidente y cofundador, junto con su progenitor, de Dimer LLC, que lleva el nombre de parte del proceso que mata los virus con la luz UV.

El equipo de padre e hijo estimó que visitaron hasta 20 ferias comerciales y conferencias, con la esperanza de vender la idea, pero sin éxito. Uno de los desafíos fue tratar de hablar directamente con ejecutivos de aerolíneas que tuvieran la autoridad para aprobar la compra.

Los ejecutivos de Virgin America, la aerolínea con sede en California fundada por Sir Richard Branson, expresaron interés en el sistema de cabina UV en 2014, pero la operación fracasó cuando Alaska Airlines adquirió Virgin America, en 2016. “Por todas las conversaciones que teníamos con las líneas aéreas o las personas que visitaban nuestro stand en las ferias comerciales, parecían que estaban interesadas”, recordó Elliot Kreitenberg, de 28 años. “Pero en algún momento del camino, todo se estancaba”.

La empresa se mantuvo a flote a lo largo de los años gracias a las inversiones, la mayoría de las cuales provenían de médicos.

Cuando la pandemia de coronavirus llegó a EE.UU, a principios de este año, los Kreitenberg ofrecieron donar el uso de GermFalcon para desinfectar los aviones que transportaban pasajeros al país desde el extranjero. Un puñado de aerolíneas en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles (LAX) aceptó la oferta, que llamó la atención de algunos canales de cable. También interesó a varios posibles socios comerciales, incluido Honeywell.

Según Elliot Kreitenberg, acordaron asociarse con Honeywell porque tiene la “infraestructura y la presencia en la industria de las aerolíneas para superar las barreras de entrada” con las que se habían topado.

La dupla padre-hijo aún no ha terminado de crear. Ahora trabajan en una versión del GermFalcon para usar en aulas, oficinas, autobuses y estaciones de tren, entre otros sitios. Lo llaman el UV Hammer.

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